martes, 11 de diciembre de 2007

Apología del atormentado

Que a nadie le quede la menor duda que este es el blog de un loco que se refugia en las guerrillas de la imaginación para abstraerse del mundo. Que hago la guerrilla todo el día para combatir el insomnio y peor las preguntas que me asaltaltan por las noches y me caen dentro de los ojotes abiertos como si llovieran de la obscuridad.

El punto. Abro el periódico y lo primero que me encuentro es que ha muerto el "poeta canibal", al parecer lo mataron los presos por que no lo querían cerca. Lo primero que pienso: hay de jodidos a jodidos. De ningún modo defenderé al poeta canibal si es un asesino, pero sí quiero hacer una apología de los atormentados.

Los guerrileros de la imaginación, los asesinos de Columbine (y sucesivas) y el poeta canibal tenemos algo en común, todos somos perdedores radicales. Los guerilleros ezquisofrénicos hemos decidido no matar a nadie, ellos no. Un artículo sobre la palabrita.

'El perdedor radical'
José Woldenberg
26 Abr. 07

Entre el horror y el morbo fuimos enterándonos de los detalles de la masacre perpetrada por Cho Seung-Hui en el Tecnológico de Virginia. Más de 30 muertos, las delirantes proclamas grabadas por el multiasesino y una espiral de comentarios pretendiendo explicar o entender el comportamiento del estudiante, construyeron un auténtico cuadro alucinado.

Y por esas coincidencias de la vida, acababa de leer un muy breve texto de Hans Magnus Enzensberger titulado El perdedor radical (Anagrama, España, 2007) en el que intenta ofrecer algunas claves para la comprensión de "los hombres del terror". El escritor alemán sabe o intuye que en ese campo difícilmente pueden acuñarse verdades absolutas, pero no inhibe el intento y previene desde el epígrafe. "No hay que entenderlo todo. Pero no viene mal un ensayo. R. K." ¿Será de R. Kapuscinski?

Hay un hecho monumental del cual parte la reflexión de Enzensberger: "Por la manera en que se ha acomodado la humanidad... no sólo el número de perdedores aumentará cada día, sino que pronto se verificará el fraccionamiento propio de los grandes conjuntos; las cohortes de los frustrados, de los vencidos y de las víctimas se irán disociando unas de otras en medio de un proceso turbio y caótico". Porque todos ellos no son una y la misma cosa. "Al fracasado le queda resignarse a su suerte y claudicar; a la víctima, reclamar satisfacción; al derrotado, prepararse para el asalto siguiente. El perdedor radical, por el contrario, se aparta de los demás, se vuelve invisible, cuida su quimera, concentra sus energías y espera su hora".

Y sobre estos últimos es que empieza a bordar. El perdedor radical "se encuentra al borde de un precipicio imaginario". Lo que le sucede -según su código de "entendimiento"- no es contingente, superable, coyuntural, sino que acaba convencido de que se trata de una derrota total, esférica, monumental. Y ello lo empuja hacia el desquiciamiento. "Nadie se interesa espontáneamente por el perdedor radical. El desinterés es mutuo. En efecto, mientras está solo (y está muy solo) no anda a golpes por la vida; antes bien, parece discreto, mudo: un durmiente. Si alguna vez llega a hacerse notar y queda constancia de él, provoca una perturbación que raya en el espanto...".

"Nada indica que esté dispuesto a dejarse ayudar" y tiende paulatinamente a construir su propio mundo. "Es de difícil acceso y, en último término, imprevisible". Enclaustrado, "puede estallar en cualquier momento". "La única solución imaginable para su problema consiste en acrecentar el mal que le hace sufrir". Enzensberger ejemplifica: "El padre de familia que primero mata a su esposa, luego a sus dos hijos y finalmente acaba con su propia vida". Hoy describiría el caso de locura homicida de Cho Seung-Hui.

"Resulta que el violento es extremadamente susceptible en lo que se refiere a sus propias emociones. Una mirada o un chiste son suficientes para herirle. No es capaz de respetar los sentimientos de los demás, mientras que los suyos son sagrados para él". La letanía grabada por el estudiante del Tecnológico resulta un ejemplo inmejorable de esa hipersensibilidad para consigo mismo y esa incapacidad total para ponerse en los zapatos de los otros que sólo aparecen como la encarnación del mal, como demonios persistentes. "Ustedes tuvieron todo lo que quisieron. Sus Mercedes Benz. Sus mocosos ricos malcriados. Sus collares de oro... Su vodka y coñac no fueron suficientes. Su depravación no fue suficiente... Tenían todo". Mientras que él reclama: "¿Saben qué se siente que te escupan en la cara y que te hagan tragar basura?, ¿saben qué se siente cavar tu propia tumba?".

Esa relación desigual, torturante, agresiva, entre él y los otros, es el caldo de cultivo del delirio criminal. La matanza entonces aparece como una vía para superar el infierno. Acude a ella "porque la matanza acelerará su propio fin". Por un momento se convierte en "el amo de la vida y la muerte", por un momento ejerce un poder absoluto, por un momento es el centro del universo; "después se ajusticia a sí mismo". El asesino fusiona la "destrucción y la autodestrucción", y "logra triunfar sobre los demás, aniquilándose". La rabia asesina se ha consumado.

Escribe Enzensberger como si estuviera hablando del caso de Virginia: después de la masacre, "se incautan unas cuantas cintas de video y unas anotaciones farragosas de diario. Los padres, vecinos o maestros no han notado nada. Es cierto que el chico ha tenido alguna mala calificación... acusaba un carácter levemente retraído; no hablaba mucho... Los peritos emiten sus dictámenes, los especialistas en crítica cultural desempolvan sus argumentos. Y tampoco puede faltar la alusión al debate de los valores... Los políticos manifiestan su conmoción, y finalmente se decide que se trata de un caso singular". Y, "la conclusión es correcta, porque los autores de tales crímenes son personas aisladas... Y al mismo tiempo es errónea, porque a la vista está que existen cada vez más casos singulares de ese tipo. El hecho de que se multipliquen permite concluir que hay cada vez más perdedores radicales".

Esos actos de demencia criminal aislados, impregnados de un fuerte sentimiento de agravio y derrota, dirigidos a vengarse de una "sociedad hedonista", pueden ser sin embargo el prólogo de algo aún más temible. Pregunta Enzensberger: "¿Y qué sucede cuando el perdedor radical supera su aislamiento, cuando se socializa y encuentra una patria de perdedores con cuya comprensión e incluso reconocimiento pueda contar, un colectivo de congéneres que le dé la bienvenida, que lo necesite?" Bueno... lea el libro.

Hasta ahí termina el artículo. Les recuerdo una frase del post anterior de A working class hero.

"Till you're so fucking crazy you can't follow their rules"

Hay una vieja discusión sobre si la sociedad "targets" a la gente, cualalquiera que esta sea, mujeres, homosexuales, indios, perdedores radicales. De lo que no queda la menor duda es que ahí estamos y continuamos perdiendo, radicalmente.

¿Por qué no antes de castigarlos nos preguntamos por qué lo hicieron? ¿ Por qué no antes no nos preguntamos si no será que la sociedad genera a estos perdedores radicales? No digo que no sean delincuentes, me pregunto si la solución es encarcelarlos o es tratarlos ¿No tendrán reclamos legítimos y atendibles? ¿ No será que están ecabronados con justa razón?

En la misma página del periódico encuentro:




Y un piloncito que viene al caso



Yo lo agregaría:

Odie, discrimine, himille, margine pero no pinte porfavor.

¿No será un peor crimen odiar a los perdedores radicales?

3 comentarios:

Casi 30 dijo...

Comandante, me tiene francamente preocupada con esta entrada. Usted no es ningún perdedor radical, es, en todo caso un inconforme. Pero lo otro (todavía) no. Igual es cuestión de percepciones y la mia va en este sentido.

Si gusta puede borrar el comentario, así no habré dejado huella en su beligerante bló.

Unknown dijo...

Entiendo la necesidad humana de un hombre hastiado por la razón y apasionado por la rebelión. Pero creo que es necesario en primer lugar nunca declararse perdedor de ninguna índole por más justificación heróica que pueda argumentarse y segundo, aceptar que no tienes ningún parecido con el poeta-canival aunque tus deseos de irreverencia te hagan creer lo contrario.

Andrés Lajous dijo...

Tengo un cuate que estudió geografía. Resulta que lo único interesante que le queda a la geografía es la teoría crítica. Su argumento es que no sólo estamos amarrados en los significados del lenguaje, sino en las interpretaciones del espacio. En fin, su tesis la escribió sobre como la gente se indigna y gasta dinero para combatir el grafiti, pero no harían lo mismo para combatir la pobreza o la discriminación. Por cierto, lo que si eres un perdedor o no...pues yo creo que sí, pero no tienes porque atormentarte al respecto.